En la calle y en el Subte el Inadi hace propagandas contra la discriminación y el racismo. Las propagandas expresan la clara y obvia verdad de que si decimos “son unos negros de mierda” estamos discriminando. Lamentablemente casi nadie lee la publicidad, o si la lee lo hace a medias. El racismo y la xenofobia en el habla se dan por dos cosas muy cercanas al ser, una de ellas es el odio, la otra el facilismo. Esto se demuestra en que hay veces en que las apariencias físicas nos permiten olvidarnos del nombre de una persona. En estos casos la persona pierde su identidad única y pasa a formar parte de un grupo. Uno piensa que si no le agrega adjetivos denigrantes, la pérdida del nombre por un reconocimiento como el elemento de un determinado grupo no tendría que herir a nadie. Esto es verdad en el caso de los amigos, los amigos conocen quien es uno, saben su nombre y su verdad. En estos casos el apodo es solo un recurso en busca de una risa, un lugar común o una identidad. Pero cuando las generalizaciones pasan al campo del trato instantáneo tenemos un problema. Cuando a los africanos que venden joyas se le dice Negro antes de señor, cuando a la señora que tiene unos kilos de más se la extirpa de su humanidad y se la llama gorda o cuando el inmigrante es reconocido como una persona de otro país antes de cómo una persona hay un problema. Uno no tiene que decir “negro de mierda” para ser discriminador. El otro día en el colectivo escuche a una mujer demostrando su falsa erudición cinematográfica, la mujer hablaba de una película en la que actuaba el gran actor nacido en Benín llamado Djimon Hounsou, pero para ella este actor no era nada más que “el negro de Amistad”. Vale aclarar que Hounsou no es un apellido fácil de memorizar, pero tampoco lo son Turturro o Wachowski y la gente los nombra cuando se refiere a sus películas.
¿Que hubiese pasado con la interlocutora de esta señora si la falsa erudita se refería a Robert De Niro como “ese italoamericano que hizo Taxidriver”? ¿Hubiese saltado a la luz la falsa erudición o la mala memoria de la señora? ¿Hubiese brotado de los labios de la interlocutora el nombre de Bobby como si estuviese jugándose la vida en un programa de televisión? La respuesta más factible a la segunda y la tercera pregunta es que si. Es cierto que De Niro es uno de los actores más influyentes e importantes de la historia. Lo que también es verdad es que hay más de dos buenos actores negros, más de dos buenos actores asiáticos y más de dos buenos actores latinoamericanos que no son argentinos. Sin embargo nunca nos acordamos de sus nombres, confiamos en que alguna característica física nos ayude a ubicarlo en el mapa. Por eso cuando hablamos de una actor de tez negra, que no sea ni Denzel Washington ni Will Smith (alguna que otra vez nos acordamos de Morgan Freeman y con suerte alguno pesca el nombre de Wesley Snipes), decimos ese Negro que actuó en tal lugar. Lo mismo pasa con los actores Asiáticos, Latinoamericanos, Árabes, etc. Lo más lamentable de todo esto es que no se limita al habla de gente famosa o celebre, esto se decanta al habla de gente famosa o celebre porque es utilizado previamente en el habla cotidiana.
¿A qué se debe esto? Nos tenemos que preguntar constantemente, ¿por qué es que mucha gente se abalanza sobre la unidad humana y la engloba en un grupo? ¿Por qué en vez de decir que vamos a la verdulería decimos que vamos a lo de los bolitas? Es obvio que no todas las verdulerías le pertenecen a bolivianos, ni que todos los mini mercados le pertenecen a los chinos pero igual nosotros lo generalizamos. También es evidente que todas estas personas tienen historias diferentes, pero a nosotros no nos importa, nosotros usamos el habla simple, hablamos porque es gratis y nunca nos detenemos a pensar. El habla racista posa una tentación insoslayable ya que no nos implica ningún esfuerzo. Es más fácil decirle gordo a una persona que averiguar su nombre y cuál es su realidad. Además de fácil es reasegurador al marcar las diferencias, uno marca las diferencias por una patética (probablemente inconsciente) búsqueda de posicionar su superioridad por sobre su interlocutor. Uno piensa que la persona por ser distinto (minoría) va a tener menos confianza, por ende entonces va ser más fácil salirse con la suya. Esto no es verdad, un gordo no tiene triglicéridos en las neuronas, un chino no tiene las ideas rajadas al igual que sus ojos y un negro no sufre de muerte cerebral simplemente porque el color de la tez sea el mismo que se usa para representar a la muerte. Sin ir más lejos, los practicantes de esta habla denigrante y xenófoba son también parte de una minoría. En el mundo de hoy, compuesto por 6 mil millones de habitantes, las mayorías son virtuales y no sirven ningún propósito. El mundo está regido por ideas unificadoras pero que son volcadas hacia la competencia. Esta competencia genera encono entre distintas personas, entre distintas minorías que en otro lado son mayoría y así se va generando un habla llena de xenofobia e intolerancia.
En la Argentina no dejamos títere con cabeza, en el barrio de Liniers la comunidad Boliviana crece cada día y los vecinos Argentinos no los aguantan. Cada día les gritan improperios. Estos improperios siguen una formula básica, en esta fórmula se utiliza la palabra bolita y se la acompaña de algún improperio o algún termino de intención imperativa. Cuando una persona que esta excedida de peso nos cae mal lo llamamos gordo de mierda, pero lo más llamativo es que si una persona de estas características nos cae bien decimos que este gordo es un capo. Cuando vamos al mini mercado vamos al chino donde nos atienden unos chinos de cuarta a los que no les entendemos nada. Cuando andamos por barrios de preferencia turística hablamos de los: Franchutes, Brazucas, Holandeses, Alemanes y nunca reparamos en sus nombres. Así es como nos manejamos, creyéndonos superiores por ser argentinos, de estatura media, de peso correcto y de tez blanca. En lo que no reparamos es que nos esforzamos tanto en ejercer nuestra mayoría que cada día somos más minoría, cada día somos más odiados y peor vistos. El facilismo tarde o temprano cuesta caro, la vida se tiene que vivir como una búsqueda arriesgada, como una aventura importante y no como un tour con todo pago. Cuando optamos por el habla facilista elegimos un tour con todo pago, no nos esforzamos en unirnos sino en mantenernos como estamos y eso genera problemáticas que cada día se hacen más difíciles de solucionar.
Cuando hablamos nos presentamos ante el mundo, el habla es una manifestación de nuestra identidad, de nuestro ser y nuestro carácter. Si optamos por hablar de la misma manera en la que hablan todos perdemos esa identidad, hacemos lo mismo con nosotros que nuestras palabras xenófobas hacen con las otras personas. Uno trata de identificarse, de separarse al decir Bolita, Gordo, Negro o Brazuca pero al mismo tiempo uno se unifica con la masa hablante discriminadora y no refleja nada de su ser en el habla. Con esta habla xenófoba además nos convertimos en minoría, esto se debe a que la forma de ser exitoso en el mundo actual es a través del conocimiento y la unión de fuerzas. El habla xenófoba genera ignorancia y falta de identidad. Sobre esto debemos reflexionar. Los argentinos tenemos que unirnos con el habla, culturalizar y culturalizarnos con el habla. Empecemos a pensar y cambiemos nuestros modales, dejemos de ser una minoría recalcitrante por que así se nos va a acortar la vida. Si usted no me cree piense en esto: cada vez que va al mini mercado y piensa o dice “Chino de mierda aprende a hablar” se está poniendo a mil trescientos millones de personas en su contra.
02/11/2008
domingo, 2 de noviembre de 2008
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1 comentario:
Hola Miguel!
Me gustó mucho este artículo. Especialmente hacia el final, el habla y la identidad.
=D
Nos vemos pronto!
Brenda
PD: Ahora entiendo por qué decías que 3 páginas era poco! :p
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