martes, 13 de enero de 2009

Risas

Cuando éramos chicos y veíamos algo trágicamente gracioso teníamos dudas de si emitir la risa o no. Podíamos intentarlo, pero muchas veces buscábamos contenernos para evitar el tradicional reto del mayor responsable. El reto era muy simple: no te rías de las desgracias ajenas. Luego venia toda la explicación de que no nos gustaría ver que se rían si algo similar nos pasaba a nosotros. Por eso cuando un señor se tropezaba, cuando una chica se golpeaba o cuando un viejito despedía un gas en público nos reíamos por dentro, guardando las carcajadas. Lamentablemente siempre había una situación en la cual la acción superaba a la voluntad, en estos casos nos desplomaba la risa externa aunque tratásemos evitarlo. Entonces venia el reto de nuestras madres y nuestra tradicional pregunta de psicología inversa. La pregunta era bien lógica para nuestros inexperimentados cerebros, la pregunta decía esto: ¿si no me puedo reír de la desgracia ajena, me tengo que reír de la desgracia propia? En la argentina de hoy, en la argentina de siempre, la respuesta a esta infantil interrogante es un si seco y potente.
Vivimos en un país en el cual uno no sabe en qué creer, un país en el cual un vecino se avoca a un sistema de valores que el otro desprecia. Un ispa en donde ver un noticiero debe ser enfrentado con un antidepresivo. Una patria en la cual la presidenta es un títere del presidente, al mismo tiempo en que piensa que al vestirse como evita la puede reencarnar. Un lugar en el mundo en el que los genios fugan sus cerebros ya que no tienen fondos para desarrollar sus investigaciones. Un mundo en miniatura donde la mayor cantidad de la población se concentra en Buenos Aires generando pobreza y subdesarrollo. Una tierra fértil que podría alimentar al mundo y que tiene un alto grado de mortalidad infantil por falta de nutrientes. La lista de virtudes o incongruencias es interminable, la Argentina es un país de no creer. El problema de las incongruencias de la Argentina es que en vez de poner los corazones en ablande los endurece. Vivimos en un país del todos contra todos regido por la discriminación (social, racial, cultural, de tribu urbana, etc.) y el odio. La argentina de hoy en día, este país de corazones endurecidos está en una de las democracias más violentas de su historia. Desde el punto de vista estadístico esto puede ser contrarrestado, todos los presidentes democráticos que antecedieron a una dictadura militar fueron abrumados por un terrorismo de estado y una violencia política de magnitudes pantagruélicas. Sin embargo, esta violencia tenía una explicación lógica. La violencia de hoy en día no tiene explicación, no hay explicación para que los pobres maten a los pobres para robarle un celular. No hay explicación para que un chico de diez años nos amenace por la calle porque quiere nuestra billetera o nuestras zapatillas. No se encuentra ninguna lógica en la violencia familiar que también sobreabunda esta tierra, ni en la falta de fondos para hospitales y educación. Por otro lado, las medidas del gobierno están todas destinadas a seguir haciéndonos descender un helicoide más en este tour por el infierno. Las medidas gubernamentales son cada día más increíbles, cada día más inexplicables y el que paga en esta situación es el argentino medio.
Las últimas dos medidas del gobierno fueron el uso de incentivos para la compra de automóviles cero kilometro y la suba del transporte público. Esto parece lógico, si uno tiene un auto uno no va a necesitar viajar en transporte público. Además no va a tener cualquier auto, uno va a tener un cero kilometro que siempre es un placer de usar y esto va a hacernos desistir del uso del transporte de uso masivo. La realidad es que no todos saben manejar, ni tampoco todos tienen plata para pagar el nimio porcentaje de adelanto que se pide. A todo esto se le suma que si uno decide comprar un auto puede que se quede sin poder acceder a combustible, ya que debido a las bajas del petróleo muchas estaciones están realizando paros para no perder dinero. Todo esto referido a la perspectiva del comparador ya parecería más que suficiente, pero como siempre en la argentina hay que ponerle una frutilla al postre. Por los próximos meses la emblemática avenida Pueyrredon va a estar cerrada para los conductores particulares por la expansión de la línea H de subte (que se intenta extender meneando su cola de serpiente desde El Once hasta Pompeya). Por su parte Mauricio Macri corta cada vez mas calles con su promesa de hacer Buena a Buenos Aires y el ya tradicional caos del tránsito se convierte en un pandemonio. Por esto algunos como quien aquí escribe prefieren sufrir con todos los otros en el transporte público y así respirar el olor a chivo de la derrota del tradicional argentino; o como lo podría llamar un juicio histórico: el eterno cagado de todas las películas, el que ya tiene el bolsillo abierto de todas las manos que le han robado sus esperanzas en el curso de sus días. El problema es que ahora los que viajamos en transporte público debemos pagar más para alivianar los subsidios y que estos generen riquezas. La pregunta que nadie se hace es a quien se le van a generar riquezas, lamentablemente la pregunta no nos la hacemos porque ya sabemos la respuesta y no por falta de sentido crítico. La plata de los subsidios va a Zúrich, con la plata de Santa Cruz y con todos los activos del Arca de Noé financiero que los Kirchner se están envalijando para cuando estalle el conflicto y ellos huyan. La plata no va a ir a la mejora del servicio, cual solo empeora año tras año por que ante la falta de renovación lo que era malo y viejo un año atrás, ahora es además de malo más viejo, por ende todavía peor.
Yo soy un habitante de la capital federal y uso un solo medio de transporte por día, el viatico no representa un ataque violento a mi salario pero si lo hace para la gente que vive en provincia. La gente que se tiene que tomar dos o tres colectivos; o un colectivo y el tren; o un colectivo, el tren y el subte; o las infinitas variables que la matemática de la probabilidad puede generar. Encima de esto el precio del viatico aumento antes de que se solucione la problemática de las monedas. La argentina sufre problemas con su emisión de cambio chico desde aproximadamente nueve meses, los bancos no proveen monedas y los colectivos no toman billetes. La venta de monedas en retiro y en las terminales de colectivos se han convertido en un negocio; como también los kioscos quienes han ganado plata ante la gente que anda desesperada por monedas y compra cualquier cosa en busca de cambio. Con el aumento del precio del boleto de colectivo la necesidad de monedas se hará cada vez más imperiosa generando cada vez más problemas. Por ahí a la queridísima Cristina le gusta salir en el Wall Street Journal (mostrando sus labios amantes del colágeno y su cara enaltecida por el botox), que ya reporto cuatro veces en sus páginas la desoladora condición de la moneda de un peso y su peligro de extinción; al parecer ya han llamado a Greenpeace para ver si pueden rescatar a la especie y detener a su voraz cazador, quien no fue identificado aun pero dicen que es cuadrado y expende rectángulos de papel. Ante todas estas medidas contradictorias e hirientes para la moral uno tiene que preguntarse cómo sobrevivir en este país patas para arriba.
La realidad es que aquí hay tres opciones: la indiferencia, la risa o la acción. La indiferencia es la opción del tradicional Argento. Esta medida la toma el hombre cansado que se siente mejor que todos y dice que este país es una mierda cada dos frases y que nunca va a cambiar nada. La segunda medida es la más adecuada para la gente que todavía no tiene un plan pero no quiere contribuir a la tautología de la argentina que vive en la circularidad de un argumento mortal. La risa es hermosa(es una mujer sexy, de esas que se cubren en los eventos de menor destello y hacen su aparición despampanante en la gala mayor), ayuda a contrarrestar la violencia y a unir a la gente. La risa es un agente de cambio por que ayuda a unir personas que en otras circunstancias estarían separadas. La risa también ayuda porque es sana, nos descontrae y combate malos signos de salud. Por eso la risa es un muy buen antídoto en este mundo. Además al reírse de la desgracia propia uno puede decirle a la madre que aprendió algo de las tantas lecciones que recibió. La tercera opción hoy es lamentablemente imposible. La política argentina es una máquina que chorrea aceite y genera cambios de personalidad a rabiar. Alguien que hoy parece bueno se puede convertir en malo en menos de 24 horas. El pueblo no está listo para ser levantado por ningún revolucionario debido al recalcitrante sectarismo que se da entre los organismos políticos no gubernamentales. La argentina hoy no está preparada para un revolucionario, por esto es que nos queda solo la segunda opción ya que cualquiera de las otras dos opciones hoy está descartada. El que se la da de superado va a vivir deprimido. El que busca un cambio profundo va a sucumbir ante la indiferencia o va a sufrir un vuelco de personalidad. El que se ríe va a vivir más descansado, va a ver a otra gente mejor y va a tener un mejor futuro. Por eso vamos a reír un buen rato, por ahí si todos empezamos a ver el lado divertido terminamos haciendo una revolución con la risa.

13/01/2009

1 comentario:

brenda dijo...

Me gustó mucho este.
Y hoy hablábamos de eso (con respecto a la risa).
Saludos!